Derribarlo, perpetuo incandescente, una vez. Ayuno.
Para eso hemos llegado aquí, el silencio que dice. Único el silencio te derriba, el silencio augura. Sin los números ni la trampa, esa criatura del otro. Reinos de poder y de la gloria, reías.
Una mañana todo decide. El alba o la noche, qué importa. La calle de nuestro frente, el Pirovano o el Regina, una batalla cuando la noche monoaural sería Pasco y la terraza.
No brilléis estrellas, Macbeth ha matado el sueño, dice Shakespeare que atribuimos al agua.
Ave, companis, ése, el de la Biblia.
Éste.
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